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Casas de la Sierra, pasear por la memoria

autor Carlos Vicente
Imagen del valle del Aravalle

Pasear Pasear por un pueblo vacío es como pasear entre la niebla y ver sombras que se mueven al ritmo del pasado. Pasear por Casas de la Sierra, en Ávila, es reconocer en cada una de sus esquinas a la Tía Paulina, al Tío León o a la Tía Regina… Pasear por un pueblo abandonado al que no llegó la electricidad es como leer en pleno siglo XXI una novela de Marcial Lafuente Estefanía y derramar una lágrima por cada una de las casas en las que solo quedan sombras. Lo bueno, o lo malo, es que engancha y quieres más.

La Tía Justina

Deseas saber si la tía Justina era guapa o si la Tía María se levantaba por las mañanas de buen humor. Te mueres por conocer si el Tío Coleto ganó aquella partida de brisca o se quedó con la cara de los que piensan que lo tienen todo ganado y la vida les dice que no. Te gustaría preguntar a alguien si la Tía María sigue guardando aquellas pastas tan ricas por si algún forastero aparece por Casas de la Sierra buscando lumbre y conversación.

1.450 metros

¿Quién habita Casas de la Sierra ahora? Está en el término municipal de Solana de Ávila y para algunos está lejos, muy lejos. Y para otros cerca, muy cerca. Y por eso te preguntas cuando caminas por lo que queda de sus calles llenas de vida verde y silenciosa quién vivirá ahí, a 1.450 metros de altitud, con ese frío y esas nevadas… Y la respuesta la hallas en el sonido del viento que trae a cada minuto un mensaje de la memoria: «¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí! ¡No me he ido! ¡Sigo aquí!». Y tú derramas otra lágrima pensando que quizás tu te vayas y ese día no haya viento que grite por ti…

Quizás, también es una casualidad que su lado sur quede más elevado que el norte, como la vida misma

Pan recién hecho

Eso sí, te gustaría que el viento también arrastrase el olor a pan recién hecho en los hornos que tenían todas las casas. Ese pan amasado en silencio y con esfuerzo. Porque sin esfuerzo no hay amor, no hay nada. Y vaya si hay. Aunque ya no estén, el trigo, el centeno, los perales, los manzanos, los castaños, las ovejas, las cabras, las vacas, los mastines también tienen su propia memoria…

Las matanzas

También hay viento que arrastra historias de matanzas hechas entre todos para que de los cerdos se aprovecharan hasta los andares. Jornadas de esfuerzo común que daban sus frutos y alegraban las caras, curtidas por el tiempo y por la vida. Caras que denotaban que se llevaban bien con sus vecinos porque eso es lo único que tenían. Caras que habían visto el Valle del Aravalle y la Sierra de Gredos, habían visto robledales y naturaleza.

Porque lo único que tenemos es el espejo de los demás. Porque lo único que nos hace permanecer es Casas de la Sierra, al menos durante un segundo.

Si quieres conocer más espacios con poesía en Castilla y León, como este de Casas de la Sierra, busca en nuestra web la sección «Espacios con poesía».

(Imagen: https://aravalle.com/)

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