Aranda de Duero, en el sur de la provincia de Burgos, es una de esas ciudades que conservan el equilibrio perfecto entre tradición, patrimonio y gastronomía. Capital del vino y del lechazo asado, su visita se convierte en un viaje sensorial donde cada rincón huele a historia y cada mesa invita a quedarse un poco más.
Ideal para una escapada de fin de semana, Aranda ofrece un sinfín de planes para quienes buscan cultura, buena mesa y paisajes ribereños.
El corazón histórico: Plaza Mayor y bodegas subterráneos
El punto de partida ideal para conocer la ciudad en su Plaza Mayor, siempre viva y repleta de terrazas, bares y ambiente. En ella se encuentra el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino (CIAVIN), que introduce al visitante en una de las señas de identidad de la villa: su red de bodegas subterráneas medievales.
Bajo el casco histórico se extienden más de 7 kilómetros de túneles excavados entre los siglos XII y XVIII, a unos 12 metros de profundidad. En ellos se elaboraba y conservaba el vino de la Ribera del Duero gracias a su temperatura y humedad constantes. Hoy, muchas de estas bodegas se pueden visitar, como Bodega Don Carlos o Lagar de Isilla, verdaderos templos subterráneos del vino.
Arte gótico y patrimonio monumental
Entre los monumentos imprescindibles destaca la Iglesia de Santa María la Real, una joya del gótico flamígero erigida entre los siglos XV y XVI. Su fachada, atribuida a Simón de Colonia, es una auténtica filigrana en piedra que representa algunas de las mejores escenas religiosas del arte castellano. En el interior sobresalen la escalera del coro y el púlpito renacentista, de gran valor artístico.
A pocos metros, la Iglesia de San Juan, también Bien de Interés Cultural, conserva su torre fortificada y acoge el Museo de Arte Sacro, donde se exponen piezas y documentos que narran la historia espiritual y artística de la villa.
Frente a ella, el Museo Casa de Bolas, un palacio del siglo XV donde antaño se hospedaron los Reyes de Castilla, muestra hoy la colección pictórica de Félix Cañada, con obras del siglo XVII al XX.
Calles con encanto y sabor a Ribera
Pasear por la calle Isilla y llegar hasta la Plaza del Trigo es una experiencia que combina historia y vida cotidiana. Los soportales, los balcones de forja y los aromas que salen de sus asadores hacen imposible no detenerse.
En esta zona abundan los bares de tapas, las tiendas tradicionales y los restaurantes donde probar el plato más emblemático de la ciudad: el lechazo asado al horno de leña, acompañado de un buen vino de la Denominación de Origen Ribera de Duero.
Palacios, puentes y ermitas con historia
Tras una buena comida, el paseo puede continuar hasta la Casa-Palacio de los Berdugo, elegante mansión del siglo XV símbolo del poder nobiliario castellano.
También merece la pena acercarse al Puente de las Tenerías, de origen románico, construido entre los siglos XII y XIII sobre el río Bañuelos. Su nombre recuerda a los antiguos talleres donde se curtían pieles en la Edad Media.
A las afueras se encuentra el Santuario de la Virgen de la Viñas, patrona de Aranda, rodeado de un entorno tranquilo y cargado de simbolismo.
Tesoros de la Ribera de Duero
Aranda es también un excelente punto de partida para descubrir el Valle del Duero y sus pueblos. En Sinovas, a solo cuatro kilometros, se conserva la Iglesia de San Nicolás de Bari, con un impresionante artesonado mudéjar policromado del siglo XV.
En La Vid, el monasterio Premostratense, sorprende por su monumentalidad y su historia ligada a la Virgen encontrada entre los pámpanos.
Otros pueblos cercanos como Fuentespina, Santa Cruz de la Salceda o Vadocondes (declarado Conjunto Histórico Artístico) completan una ruta llena de patrimonio, vino y hospitalidad.
Un fin de semana con sabor a tierra
Visitar Aranda de Duero es adentrarse en la esencia de Castilla y León: tradición, vino, arte y gastronomía. Su mezcla de historia subterránea, calles vivas y mesas generosas la convierte en una para imprescindible para quienes buscan disfrutar del patrimonio con los cinco sentidos.
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