Más allá de la iglesia de los Santos Juanes
Si llegas a Nava del Rey pensando en ver solo la iglesia de los Santos Juanes, te estás perdiendo lo mejor. No me malinterpretéis: la torre es impresionante, sí, pero aquí hay mucho más que piedra y retablos. Y lo digo con todo el cariño, porque ya he leído lo que escribió Jota Peña sobre esta villa… y, claro, otra vez lo mismo: el templo, las esculturas, el órgano barroco. Todo muy solemne, pero ¿y la vida en las calles?, ¿y las fiestas?, ¿y ese vino que se sirve en las mesas?
Lo primero que me atrapó fue la Plaza Mayor, donde el ritmo se marca entre cafés y saludos. Allí nadie tiene prisa: los niños juegan, los mayores conversan, y yo me quedo observando cómo la vida cotidiana sigue siendo un espectáculo en sí misma. Desde la plaza, las calles rectas te llevan a rincones donde aún se respira tradición, sin necesidad de adornos.
Las bodegas subterráneas: memoria bajo tierra
Las bodegas subterráneas son otro mundo. Frescas, silenciosas, con ese olor a madera y vino guardado que te hace viajar sin moverte. Son la prueba viva de que el vino no ha sido un lujo, sino una forma de existir. Y cuando llega septiembre, la fiesta de Los Novillos convierte el pueblo en un hervidero: emoción, tradición y una comunidad que se vuelca entera en celebrar lo suyo.


Y claro, después de tanto paseo, tocaba mesa y mantel. Elegí el Restaurante Caín, que se ha hecho famoso en la zona por su parrilla a la vista y por recuperar recetas con un punto rebelde. Empecé con un plato de puerros a la brasa con queso curado y romescu, delicados pero llenos de sabor. Después, no me resistí al cordero a la estaca, dorado por fuera y jugoso por dentro, un plato que resume la esencia de la cocina castellana. Para acompañar, opté por un Cillar de Silos, Ribera del Duero, de su carta de vinos. Un tinto elegante, profundo, perfecto para equilibrar la fuerza del cordero. El servicio, atento; el ambiente, moderno sin perder el aire de pueblo.
El vino, la fe y la gente
Salir de Nava del Rey es salir con la sensación de que aquí todo sigue girando en torno a lo mismo: vino y fe. Pero ojo, no solo fe en lo religioso, sino fe en la gente, en sus costumbres, en que las tradiciones se mantienen porque hay quienes todavía creen en ellas.
Y sí, querido Jota Peña, la iglesia es magnífica. Pero si quieres de verdad conocer un lugar, hay que pisar la plaza, entrar en una bodega, brindar con un vino de la zona y dejar que la fiesta te arrastre un rato.
Carmen Aranda.